lunes, 16 de marzo de 2009

Tres razones

Fandom: Harry Potter

Sumario: Bellatrix tiene tres razones para torturar a su hermana, y sólo una para no hacerlo.



El aire vibró.

Una risa con un deje de locura que no se ha desvanecido de su memoria, pese a que hacía mucho tiempo que no la escuchaba, le ayudó a identificar a su perseguidora incluso antes de verla.

Corría por el pasillo, incluso a sabiendas de que no había huída posible. Oyó sus pasos tras de sí, y sintió su malévola mirada en su nuca.

La habitación estaba cerca, pero antes de llegar al umbral, supo que la había alcanzado, y que el castigo sería terrible.

Se dio la vuelta, plantando cara pese a no ser valiente. Entonces la vio.

Ella era un espectro de su antigua belleza indómita y salvaje, de su extinto atractivo. No quedaba rastro de la mujer hermosa y apasionada que fue; era sólo un cuerpo demacrado que envuelve un espíritu colmado de maldad.

Andrómeda no pudo decir nada, no pudo apartarse y la maldición le golpeó de lleno.

Crucio.

La primera vez, la que más duele. Un infierno de dolor, de sufrimiento cruel y maldito. Bellatrix tortura a la niña de mirada amable y voluntad decidida, la misma niña que dio la espalda a las costumbres ancestrales, la misma niña que mancilló su linaje por amor. La muchacha a la que desterró de su corazón, y de su familia. La oveja negra.

Crucio, crucio.

Esa vez es el turno de la madre, símbolo de sumisión femenina y amor puro, aquello que Bellatrix tanto desprecia. Los huesos y la piel arden, y los ojos se desorbitan, llenos de penuria, angustia y pesar.

Crucio, crucio, crucio.

Ahora toca la traidora, la que colabora con los sangre sucia y los traidores a la sangre, la que apoya eso que Bellatrix tanto odia, la que se opone a lo que ella desea fervorosamente. La cabeza da vueltas, a punto de explotar, y cada mínimo movimiento es horriblemente doloroso.

Tres veces traidora, tres veces indigna.

Pero una vez, hermana.

Aquella hermana a la que una vez quiso, con la que intercambiaba confidencias y cumplidos. Aquella hermana con quien compartió bailes y risas, maquillaje y zapatosde tacón. Aquella hermana que jamás volvería.

Bellatrix tiende una mano, acariciándo su piel, antes suave, ahora quebrada. Un último recuerdo del lejano día en que la perdió, porque ella ya no es su hermana. Es sólo una mujer rota, tirada en el suelo, mancillada.

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