lunes, 16 de marzo de 2009

Mucho mejor

Fandom: Harry Potter

Sumario: Ella necesitaba saber que estaban bien, todo el tiempo. A pesar de que tenga la hilera pelirroja al lado.



Se acercó con cuidado al cuerpo. Lo dio vuelta con suavidad. Lloró amargamente al descubrir quien era.

De repente y en ese lugar donde tanta felicidad siempre había habido, aparecieron más cuerpos. Todos diferentes, más grandes, más largos, más pequeños, más flacos. Pero con un rasgo en común. Algo que los caracterizaba y había que los vellos de sus cortos y fuertes brazos se parasen.

Gateando y conteniendo las lágrimas se acercó a uno de ellos. El horror se plasmó en su rostro cuando vio la cara de sufrimiento de esa persona, del miedo que había pasado en sus últimos momentos, enfriándose en su cara y dejándolo perdurar por siempre. Se escondió en el pecho y lloró unos minutos, sabiéndose sola; preparándose para más.

Sus gemelos; sus pobre gemelos que siempre sonreían. Ya no lo harían más.

Los acercó con dificultad; estaba mareada. Los fue alineando, tranquila y destrozada por igual.

Se arrimó a otro cuerpo; este lo recibió con una suave sonrisa fría, congelada en su rostro. Con los ojos cerrados, como si durmiese. Casi podría afirmarlo así, pero la dureza y falta de tibieza del cuerpo no le dejaba pensar en alguna excusa.

La acomodó con cuidado, al lado de los hermanos.

Ya no le quedaban lágrimas por las que llorar; su pecho estaba vacío. Se sentía vacía.

Tomó otro cuerpo, evitando ver los azules ojos de su propietario, sabiendo que iba a llorar de vuelta. No tenía ganas de llorar y necesitaba las fuerzas.

Se arrastró, lerda y abatida, hacia uno que tenía el cabello largo. Recordaba cuántas veces le había exigido que se lo corte, pero siempre era lo mismo. Ahora le parecía perfecto. Su cara no tenía expresión, quizás pasó todo mientras dormía.

A ella le gustaría que le hubiese pasado así.

Luego de acomodarlo, se encaminó hacia otro. Este tenía lentes, acomodados, a pesar de la posición, pulcramente sobre su tabique. Su cabello era corto y enrulado; serio, tanto como él lo había sido en vida.

Tomó a otro entre sus brazos, lo apretó contra su pecho, tratando de evitar llorar. Se clavó en su piel un collar con forma de colmillo. Nunca supo de qué era o si era real. Seguramente de Dragón y de hueso. Besó al individuo en la frente, lo aliñó con los otros y dejó que por su rostro caminasen algunas lágrimas por sus hijos.

Se acercó al último. A uno que le faltaba algo de cabello en la coronilla, que tenía la piel algo arrugada, como ella misma. Alguien con quien había compartido muchas cosas, infinidad de ellas, y que la había dejado como si nada. ¡Y ella que siempre había soñado morir junto a él, e ir al mundo de los muertos de la mano, como siempre!

Se aferró a él y lo arrastró hasta los otros. Luego de echarle una mirada a todos, por si alguno estaba en una mala posición, abrazó a quien en vida fue su esposo, como si, efectivamente, se le fuera la vida en ello. Observó, por última vez, la hilera de cabezas pelirrojas y luego escondió su rostro en el cuello de su amado, mientras su propio cabello rojo se esparcía a su alrededor.

―Molly.―Casi podía escucharlo llarmarla. A su Arthur, su querido esposo.―Molly, despierta―¡Pero si ella estaba despierta! ¿Es que no veía que lo estaba abrazando…?

Abrió los ojos, agitada y temblando. Miró a sus esposo, como tratando de cerciorarse de que, en realidad, era él. Se tiró a sus brazos, llorando amargamente y tratando de explicarle cuánto lo quería y que deseaba pasar hasta sus últimos momentos con él. De cómo había sufrido con esa pesadilla y que necesitaba ver a sus hijos.

Corrió por toda la casa y los observó dormir a todos.

Volvió a la cama, más tranquila.

―¿Mejor?―le susurró su marido. Asintió, sonriente.

Mucho mejor.

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