lunes, 16 de marzo de 2009

Cariño

Fandom: Harry Potter

Sumario: Porque Ron podía ser un imbécil ajedrecista con tendencias kamikazes, un tonto cabeza dura o un idiota impulsivo. Pero, a pesar de todo eso, el pelirrojo -quizás inconcientemente- había sabido cómo ganarse su cariño.



Ronald Weasley podía actuar como la persona más odiosa del mundo en algunas ocasiones. Eso, sin lugar a dudas, era algo que Hermione Granger sabía a la perfección ¡Cuántas veces el pelirrojo había acabado con su santa paciencia! Mas sin embargo, después de haber compartido con él ciertas cosas que sólo ocurren una vez en la vida -como por ejemplo, dejar inconciente a un apestoso troll en el baño de niñas-, Hermione no podía negar que le había cogido algo de cariño al muchachito -quizá no tanto como ocurría con Harry, pero definitivamente sí un poquito-. Y mucho menos luego del susto magistral que le regaló -con moño incluido- al acometer semejante movimiento suicida en la partida de ajedrez que, seguramente, fue la más importante de su corta vida. Hermione nunca supo si aquel fue un acto de admirable valor o estupidez extremista. Aunque, conociéndolo como lo conocía, casi estaba segura de que se trataba de lo segundo. Y sino, le erraba por los pelos. La templanza propia de los Gryffindor nunca fue una característica determinante en el carácter del menor de los hermanos Weasley.

Y por ese motivo, Hermione estaba furiosa. Tenía ganas de gritarle -tal vez golpearle-, regañarlo hasta que de sus oídos saliera sangre. Porque tamaña idiotez podría haberle costado la vida, y esa posibilidad era algo que no la dejaba tranquila. Y aunque estaba decidida a romperle los tímpanos y causarle una migraña que seguramente jamás olvidaría, cuando lo vio sentado en el suelo, sobándose la zona de la cabeza donde la reina le había propinado el golpe de su vida, las piernas se le aflojaron y lo único que atinó a hacer fue rodearle con sus brazos. Lo estrujó fuertemente, ignorando sus reiteradas quejas, como si temiera que en cualquier momento el chico pudiera desvanecerse frente a ella.

Porque Ron podía ser un imbécil ajedrecista con tendencias kamikazes, un tonto cabeza dura o un idiota impulsivo. Pero, a pesar de todo eso, el pelirrojo -quizás inconcientemente- había sabido cómo ganarse su cariño.

Y Hermione supo entonces que el afecto que le tenía a Ron no era tan insignificante como pensaba en un principio.

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