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Cuenta la leyenda que las montañas más altas de Hyrule escondían el lago más hermoso y de aguas más cristalinas que pudiera encontrarse sobre la tierra. Se dice que en él la diosa Nayru, la de los ojos de zafiro, contempló una vez su propia imagen, coronada por las estrellas del firmamento. A pesar de su infinita sabiduría, la diosa cedió a la vanidad y se demoró, observándo su reflejo sobre el agua durante demasiado tiempo. En aquel corto lapso, algunas de las criaturas a las que aun no había dotado de bondad y conciencia, se apartaron de la luz. Se volvieron mezquinas y malvadas y huyeron entre las sombras.
Viendo lo que su momento de debilidad había provocado, la deidad decidió que aquel inigualable lago espejo podría ser peligroso para otras mujeres cuya belleza reflejada pudiera esclavizar sus voluntades y hacer que se consumieran mirándose en él.
Por eso lo vació y utilizó las límpidas aguas para regar los bosques más cercanos, que después serían los más hermosos de todos y albergarían las semillas de la sabia raza de árboles Deku. Sin embargo, las estrellas que se habían reflejado en el lago quedaron tristes, pues su imagen sobre el agua era su única compañía en la oscuridad y añoraban verse formando parte de aquel hermoso mundo que las diosas habían creado.
Para consolarlas, la justa Nayru dio vida a unas pequeñas y bellas criaturas que consagrarían sus vidas a llevar aliento y esperanza a todas las demás. Nacerían de preciosas flores blancas, las cuales creó a imagen de las mismas estrellas. Esas flores solo crecerían en el lugar donde una vez estuvo el lago, y de esa forma acompañarían con su alegre presencia a sus hermanas mayores en el cielo, simulando ser su reflejo.
Así llegaron las hadas al mundo. La longevidad de un hada y su poder depende de la estrella con la que está hermanada la flor de la que nace. Cuanto mayor es la estrella, más larga es su vida y mayor su responsabilidad de guiar y ayudar a otras criaturas.
Cuando la vida de un hada se apaga, la flor de la que ha nacido se cierra en un capullo, y la estrella a la que acompaña reduce su brillo en señal de luto. Pero pronto el hada vuelve a nacer, y entonces, cuando la flor se abre, la estrella, feliz al ver a su hermana pequeña de vuelta, luce con más fuerza, de ahí que a veces se vean las mismas estrellas brillar con mayor o menor intensidad.
O eso les cuentan las abuelas Hylian a sus nietos en las noches despejadas y sin luna.
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