jueves, 26 de marzo de 2009

El don de Peter

Sumario: Manos manchadas de tinta y expresión concentrada. Porque no es nadie.

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Las piernas encogidas en el sillón de terciopelo rojo, manos manchadas de tinta y expresión concentrada. Los dedos fluyen con precisión por la hoja, allí donde hay una sombra difuminada o un tono especialmente oscuro. El flequillo oculta la mirada fija, provista de esa determinación y fuerza que solo tiene cuando dibuja. De vez en cuando se para a observar, pensativo, como si quisiera desentrañar todos los secretos que esconde el boceto.

Desde la mesa, Lily Evans aprecia la tranquilidad que emana con envidia. Hace tiempo que no dispone de momentos para ella sola, pero en realidad no le importa mucho. Con una sonrisa tonta se levanta para mirar al cielo. Tiene que estar por ahí, en algún lugar entre las nubes y el sol. Seguramente volverá lleno de barro, sudando y quejándose de Sirius. Satisfecho.

En un momento dado, percibe como Peter alza el papel con actitud crítica. A Lily le gusta como dibuja, con trazos suaves y esponjosos. Se acerca hasta él y se sienta a su lado.

-¿Me lo enseñas? –pregunta sonriendo.

Peter se ruboriza. Sabe que debería estar acostumbrado ya a que Lily le tratara tan bien, pero siente que no lo merece. Él no ha hecho nada, no es como sus amigos, fantásticos.

Le pone el dibujo en su regazo, y Lily no puede hacer otra cosa más que quedarse maravillada.

Como siempre.

Un bosque oscuro. Un gran perro negro que aúlla a la luna, como si implorara que bajase con él a jugar. Parece que las sombras de la noche quieren adueñarse de su alma, pero en los trozos tocados por la luz de la luna, estas se dispersan.

Más adelante hay un ciervo, majestuoso, acariciando con su hocico una pequeña flor. Es lo único que tiene color. Rojo

Lily no es tonta, lleva el tiempo suficiente con James como para saber quien es el ciervo, o por qué hay un perro llorando a la luna. Pero falta algo. Siente, presiente, que no esta todo.

-Peter esto es... esto es precioso –murmura embelesada.

Vuelve a repasar el dibujo, deleitándose con cada curva, con cada mancha. Y lo advierte. Ya sabe lo que falta.

Quien falta.

Si en ese momento Lily hubiera alzado la vista, se habría encontrado con los ojos de Peter Pettigrew brillantes. Emocionado.

Espera que en ese momento le pregunte, se sorprenda al no verlo.

Pero no.

La señora gorda deja pasar a los jugadores de Quidditch, fatigados y hambrientos. Presencia como James se abalanza sobre Lily, sin que esta haga ademán de apartarse por el evidente olor. Detrás viene Remus, con Sirius pisándole los talones, metiéndose con él.

Como de costumbre.

-Ey Colagusano, ¿Qué tienes ahí?

Peter ha intentado esconder el dibujo. No le gusta que los vean. Se siente desnudo. Las manos de James, aunque no tan primorosas como las de Peter, son más rápidas.

-Vaya vaya, parece que una bella flor roja me ha embaucado con su aroma... –cometa James con una sonrisa abrazando a Lily cuando ve el dibujo.

Sirius le arranca el papel de las manos para examinarlo.

-Aquí hay un lobo aullando a la luna –dice con voz cantarina.

-En realidad es un perro.

La confesión de Peter hace que Sirius lo mire con los ojos entrecerrados.

-¿Y porqué iba a estar un perro aullando a la luna Pettigrew? –pregunta amenazador.

-Es evidente Canuto, la luna lo vuelve loco.

Todos miran a Remus, que parece querer asesinar a James con la mirada.

-¿Vamos a las cocinas? –sugiere Lily solventando la situación. Remus se lo agradece con una sonrisa.

Se marchan entre risas, empujones, lunas y flores.

El dibujo queda olvidado.

Y Peter si siente como su obra.

Nadie preguntó donde estaba él.

Nadie preguntó por esa pequeña sombra a los pies del ciervo.

Porque él es solo eso. Una sombra

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